Estaba deprimido en casa. Estaba deprimido por… bueno, no importa por qué. Ella sabe, creo. La depresión pesaba sobre mis hombros y en especial sobre mis ojos que ya no veían. Así que tomé al toro por las astas, era hora de lavar el alma. Pedí un préstamo y salí. Un préstamo? Sí, un préstamo. Quería ir tranquilo, no en una bestia ruidosa que no te deja pensar por sus rugidos. Tenía las llaves en el bolsillo, pero me faltaba la banda sonora para mi noche. Nos acordamos de ella? Sí. Entonces Lovage. Y salí con las llaves en el bolsillo y el amor en la mano.
Abrí la escotilla de la nave espacial que me habían prestado y Dr. Cucho se subió de un salto. No lo pude bajar más. Bueno, me dije, tengo copiloto y todo. Así fue como salí a manejar sin rumbo fijo en una noche fría en una cuidad fría. Todo para enfriar mi mente. En eso que escuchaba cómo Lovage me calentaba el corazón, me puse a contarle mis pesares. Dicen que no hay mejor oyente que aquel que no habla. Escuchó atentamente todo lo que le contaba. Yo le hablaba y él me miraba con su ojito perdido. De algún modo sé que me entendía… y me acompañaba. Mi mano derecha reposaba inmóvil sobre la palanca de cambios. Cada tanto, mi amigo me hacía saber que estaba conmigo y me lamía tímidamente la mano. Una caricia en el hocico le devolvía el cariño. Así gasté gran parte de mi noche, manejando sin saber a dónde iba, contándole a él lo que me pasaba y dejándome llevar por Lovage. Ya había lavado mi alma, ya me había sacado todo de adentro, pero no me la pude sacar a ella de la cabeza. Y él dormía en el asiento de al lado. Ahí entendí por qué le dicen el mejor amigo del hombre.
Abrí la escotilla de la nave espacial que me habían prestado y Dr. Cucho se subió de un salto. No lo pude bajar más. Bueno, me dije, tengo copiloto y todo. Así fue como salí a manejar sin rumbo fijo en una noche fría en una cuidad fría. Todo para enfriar mi mente. En eso que escuchaba cómo Lovage me calentaba el corazón, me puse a contarle mis pesares. Dicen que no hay mejor oyente que aquel que no habla. Escuchó atentamente todo lo que le contaba. Yo le hablaba y él me miraba con su ojito perdido. De algún modo sé que me entendía… y me acompañaba. Mi mano derecha reposaba inmóvil sobre la palanca de cambios. Cada tanto, mi amigo me hacía saber que estaba conmigo y me lamía tímidamente la mano. Una caricia en el hocico le devolvía el cariño. Así gasté gran parte de mi noche, manejando sin saber a dónde iba, contándole a él lo que me pasaba y dejándome llevar por Lovage. Ya había lavado mi alma, ya me había sacado todo de adentro, pero no me la pude sacar a ella de la cabeza. Y él dormía en el asiento de al lado. Ahí entendí por qué le dicen el mejor amigo del hombre.
- Un lado de Frank que no encuentra lugar en Ello Puro -
Estoy en todos lados... Y en ninguno.
ResponderEliminarVamos que si no actualizan me embolo...
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