Amar, temer, partir. Una habitación, una silla, dos mujeres. Una sentada y la otra caminando a su alrededor. Círculos. Preguntas sin respuestas. Un paso, una pregunta, un silencio, ninguna respuesta. Ella impaciente, inquieta, insoportable la ahoga con preguntas incomprensibles y la marea con pasos circulares. Ella otra, paciente, quieta, soporta ese mar de interrogantes y sin responder contesta sólo con un te amo cada dos minutos. La mira, la admira, la adora. No deja de mirarla. Amar. Una habitación clara, una sola silla y dos amantes entre grandes interrogantes, grandes signos de preguntas que se convierten poco a poco en látigos, fuertes látigos que castigan sin razón, sin motivo. Ella sigue caminando, sigue preguntando, y ella sigue mirando sin responder. Una rutina conocida, una rutina placentera. Ella sabe lo que pasa si no contesta, y sin embargo, no contesta. Cada pregunta sin respuesta es un golpe del látigo sobre su piel. Temer. Una escena que se repite incesantemente día tras día. Cíclicamente. Una goza con el mango y la otra con la punta. Pero ella se cansa de callar, se cansa de mirar, se cansa de la punta. Ella ahora quiere hablar, quiere ser vista. Quiere el mango. Quiere el mando. Una habitación clara, una silla, las dos amantes. Ella se para, la otra se sienta obligada. Esta vez sus palabras son el látigo. Esta vez ella la destroza, pero sin tocarla, únicamente con sus palabras. Cada palabra, cada letra es un latigazo y cada uno más fuerte que el anterior. Los roles se invierten pero sólo para la despedida. Ella se cansó, ella se va. Ella en la silla la mira, la admira, la adora. No deja de mirarla. Cada paso que se aleja golpea más fuerte su pecho. Partir.
"El círculo es la única figura geométrica que se define por su centro. Nada del huevo y la gallina, el centro vino primero, después la circunsferencia. La Tierra por definición tiene su centro. Y sólo el idiota que lo sepa podría ir adonde quisiera, sabiendo que el centro le mantiene en la tierra, y que no volará fuera de órbita. Pero cuando tu centro se mueve, se dispara hacia la superficie, el equilibrio se esfuma. El equilibrio se esfuma. El equilibrio nena se esfuma."
Estaba deprimido en casa. Estaba deprimido por… bueno, no importa por qué. Ella sabe, creo. La depresión pesaba sobre mis hombros y en especial sobre mis ojos que ya no veían. Así que tomé al toro por las astas, era hora de lavar el alma. Pedí un préstamo y salí. Un préstamo? Sí, un préstamo. Quería ir tranquilo, no en una bestia ruidosa que no te deja pensar por sus rugidos. Tenía las llaves en el bolsillo, pero me faltaba la banda sonora para mi noche. Nos acordamos de ella? Sí. Entonces Lovage. Y salí con las llaves en el bolsillo y el amor en la mano. Abrí la escotilla de la nave espacial que me habían prestado y Dr. Cucho se subió de un salto. No lo pude bajar más. Bueno, me dije, tengo copiloto y todo. Así fue como salí a manejar sin rumbo fijo en una noche fría en una cuidad fría. Todo para enfriar mi mente. En eso que escuchaba cómo Lovage me calentaba el corazón, me puse a contarle mis pesares. Dicen que no hay mejor oyente que aquel que no habla. Escuchó atentamente todo lo que le contaba. Yo le hablaba y él me miraba con su ojito perdido. De algún modo sé que me entendía… y me acompañaba. Mi mano derecha reposaba inmóvil sobre la palanca de cambios. Cada tanto, mi amigo me hacía saber que estaba conmigo y me lamía tímidamente la mano. Una caricia en el hocico le devolvía el cariño. Así gasté gran parte de mi noche, manejando sin saber a dónde iba, contándole a él lo que me pasaba y dejándome llevar por Lovage. Ya había lavado mi alma, ya me había sacado todo de adentro, pero no me la pude sacar a ella de la cabeza. Y él dormía en el asiento de al lado. Ahí entendí por qué le dicen el mejor amigo del hombre.
- Un lado de Frank que no encuentra lugar en Ello Puro -
20.20hs, una mano en el volante y la otra en la palanca de cambios, casi 100km/h en una calle donde ya han pasado varios. El viento fresco entra por la ventana silbando un agudo irritante. Circunstancias externas me obligan a disminuir la velocidad, “maldita Ford, pisá el acelerador, carajo!” 80… 70… 60… tercera. Fuck, esto me aburre. Una cola de autos va creciendo atrás mío, me inclino hacia la izquierda intentando en vano adelantarme, una interminable hilera de luces blancas se acercan y desfilan a mi lado. De este lado, luces amarillas y rojas y el F O R D en relieve de la chata de adelante. Mirando a través de su vidrio algo me llama la atención, un juego de luces azules y blancas parpadeando. El denso punteo de la guitarra retumba en mis tímpanos, y mi mirada clavada en esas luces azules. La música se vuelve cada vez mas densa, las luces cada vez mas hipotónicas y las ganas de acelerar cada vez mas fuertes. So you´ve been to school for a year or two and you know you´ve seen it all in daddy´s car… El juego de luces se mueve como un péndulo, mis ojos lo siguen, las siluetas de adelante bailan con movimientos entrecortados. Las luces parpadean pero mis ojos no, me arden pero no puedo cerrarlos. Mi pie presiona cada vez más el pedal y mi mano aprieta cada vez más la palanca. Cuarta. El viento silba cada vez mas fuerte en la ventana, la música se torna cada vez más densa e incitante, mis ojos se abren cada vez más, la aguja se inclina cada vez más a la derecha, las luces cada vez más brillantes y adictivas, la palabra FORD cada vez más cerca… It´s time to taste what you most fear... tan cerca, demasiado cerca… ¡crash!... el FORD grabado en mi parabrisas… parpadeo… “uy, esta es mi esquina”... ... A Holiday in Cambodia where slums got so much soul...
Basta con que se rompa una sola de las cinco patas para que todo se destabilice. Yo lo sabía, y lo tenía en cuenta cada vez que me sentaba, pero aún así, cada vez tambaleaba y amagaba con una caida. “Ya vuelvo”, dijo, y como yo mucho no estaba haciendo ahí, fui a hacer algo más por otro lado, para matar el tiempo. En la pantalla sólo quedó abierta su ventana. Con la cabeza en otra parte, vuelvo y atino a sentarme… pero me olvido de la pata… esta vez no tambalea ni amaga, directamente me tumba, derecho al piso. El respaldo me pega en la nuca y mi codo golpea el escritorio. Los mil y un insultos. Levanto la mirada y veo en la barra su ventana minimizada…...
Bianca vio su vida pasar frente a sus ojos. Sus pupilas se dilataron tanto que cabía el mundo. Un enorme charco de sangre bañaba su cuerpo y el de Pedro, a su lado, casi sobre ella. Del tajo en su cuello brotaba la sangre a borbotones, tiñendo de rojo las blancas páginas del libro entre sus manos, donde podía divisarse penosamente un título…. “Crimen y Castigo”. “¡Si esto fuera cine!”, pensaba Pedro entre lágrimas y espasmos. “¡Si tan sólo esto fuera cine!, esta sangre no sería más que vaselina y colorante, este cuchillo no tendría filo, este tajo sería sólo maquillaje, y Bianca… ¡ah, Bianca! No te hubieses embarcado en este viaje sin retorno”. Las lágrimas caían en cascadas desde sus ojos fundiéndose en el charco de sangre. Pedro, joven e ingenuo cinéfilo, sólo percibe la vida en tomas y escenas, no puede ver más allá de su propia cámara, sus ojos no son más que dos gran angular, dos ojos de pez. Bianca, solía nutrirse diariamente con una porción de literatura cada tres horas. Todo para ella podía expresarse en palabras sobre papel, todo podía reducirse a grafemas, puntos, comas y notas al pie de página. Frutos de un mismo árbol, Bianca y Pedro veían la vida a través de lentes tan distintos como similares. Y ahí estaban los dos, empapados en sangre y lágrimas, amalgamados en un abrazo infinito. Pedro se perdía en las eternamente dilatadas pupilas de Bianca. Acarició con sus ojos todo ese cuerpo azul. Su boca, su suave cuello, su pelo, sus pechos, su vientre, su sexo… detúvose a contemplar ese dulce y codiciado sexo inmaculado. Mientras lo observaba, con una mano hacía el mismo recorrido que antes hicieron sus ojos y con la otra se desprendía lentamente el pantalón. Ambos cuerpos quedaron al desnudo, completamente despojados de toda vestimenta. Pedro recorrió una vez más el cuerpo de Bianca, pero esta vez con su boca, con su lengua. Besó su sexo tiernamente y de igual forma lo penetró. Le hizo el amor tan exquisita y perfectamente… Su cuerpo sobre el de ella, su boca comiendo la suya, su sexo tan adentro, impregnándose de ese delicado néctar virginal. Empapado en sangre, lágrimas, sudor y semen, aún dentro de Bianca, Pedro tomó el mismo cuchillo que había cortado ese aterciopelado cuello, se arrancó los ojos y se cortó el pene….
Me levante sin ganas de levantarme. Me vestí sin ganas de vestirme. Me fui sin ganas de irme. Hoy me hubiese quedado durmiendo todo el día…. Hoy me hubiese quedado durmiendo toda la vida.
Extrañamente, las dos mejores horas del día las pasé en clase…
14.22hs, N3 de vuelta a casa. Duermo para no hacer contacto con los demás, o por lo menos no darme cuenta. Hoy no quiero nada. Me despierto apurada, me bajo y en minutos estoy arriba de un N1. No quiero ni caminar. 15.11hs, N1. Segundo colectivo para volver a casa. Asco. No sé bien por qué, pero mi rostro fue adquiriendo gradualmente un cierto gesto de asco en el mismo momento en que me subí. Este viaje se me hace cada vez más largo. Y ahí estoy, parada en el pasillo agarrándome de donde puedo, nunca llego a los caños de arriba, por supuesto, mi metro y medio no es suficiente. Parada ahí balanceándome de una lado a otro con cada frenada y arrancada voy sintiendo cada vez más odio, bronca…asco. “Ahj”, esa expresión permaneció en mi durante todo el viaje, y todo el día, acompañada de una cara acorde… Empecé sintiendo odio por el chofer, que parecía no darse cuenta de que llevaba al menos unas veinticinco personas paradas. Después, por la gente parada alrededor de un asiento vacío, obstruyendo el camino a él. Esquivo a todos y me siento. La cara de asco no se fue, incluso, fue creciendo progresivamente. De repente todo me repugna. La adolescente insulsa y atolondrada que se para a mi lado aferrándose de mi asiento y del de adelante, como si no le alcanzara con uno, ella sí llegaba al caño, pero aparentemente era más divertido encerrarme contra la ventana y apoyarme lo más que podía su enorme bolso en el hombro… ahj. Finalmente desciende, pero sólo para darle lugar a la señora de adelante que para bajar se agarra de ese mismo hombro mío…otra vez ahj. Veo el piso de este mugroso colectivo, la tierra por todas partes, la basura tirada por ahí y una botellita de vidrio de coca (“las aguas negras del capitalismo”) que rueda de un lado a otro chocándose con todo lo que encuentra en su camino. El recorrido visual me lleva hasta mis manos. Hasta mis manos me dan asco hoy. La piel seca, las uñas, todo lleno de tierra… Si pudiera me las arrancaría con los dientes. Me toco el pelo… ¡ahj! Quisiera tener una afeitadora eléctrica y pasármela por toda la cabeza. Me repugnan mi pelo y mis uñas. Me repugna la nena que canta una y otra vez la misma parte de esta estúpida canción. Me repugna la botellita de coca. Me repugna la mugre del pasillo. Me repugna la cercanía de la gente. Me repugna el señor en el asiento paralelo y su cara de indiferencia al ver la hora. Me repugna la vibración del colectivo cuando frena, me hace cosquillas en todo el cuerpo. Me repugna mi cara de asco reflejada en el vidrio. Me repugna mi imagen en este colectivo. Hoy me repugna la vida. Solo pienso en llegar a casa, lavarme las manos y cortarme las uñas y el pelo.
Bajo del colectivo, no saludo al chofer. Hoy me repugna.
Camino a casa, cuadra y media. Hay tierra en el aire. Mi campera colgada del bolso se resbala y cae en la calle, maldita calle de tierra de esta aburrida ciudad dormitorio. Levanto la campera llena de tierra… ahj. Ya casi estoy en casa. La calle esta vacía, sólo estoy yo. El sol de la siesta y el aire apenas calido de otoño empiezan a ablandarme… parece que este día esta dejando de repugnarme, cuando una mujer en su bicicleta me lo recuerda. La calle estaba vacía, como dije, pero a la mujer se le antojó pasar bien cerca mío, casi rozándome con el manubrio… con tantos metros libres… ¡ahj! Mil veces ahj.
Ya resignada a la repugnancia que inunda mi día, entro a casa. Desearía que no hubiese nadie, pero mis deseos no son órdenes. Me despojo de cuantas ataduras tengo. Me lavo las manos y las uñas, antes que nada más. Me siento a comer mi almuerzo frío, sola, como de costumbre. Como como si no hubiese comido en días, pero disfrutando cada bocado. Hasta que suena el teléfono, hay gente en casa que puede atender, pero sigue sonando y termino por dejar mi tenedor y levantar el tubo. Este asco es cosa de nunca acabar. No era para mí. Vuelvo a la mesa y termino mi plato. Cuando suelto los cubiertos siento toda la comida dentro mío… me repugno un poco de mi misma.
Quiero vomitar…. Sacar todo este asco de adentro mío.
Me fascina la crudeza con la que habla Artaud, hoy parezco coincidir sólo con sus palabras, es lo único que no me repugna. Hoy me siento más cerca de esas palabras que nunca.
“Mi culto es el de la carne […] en el sentido sensible de la palabra carne. Las cosas, todas ellas, no me atañen sino en la medida en que afectan a mi carne, que coincide con ella, […]”